jueves, 23 de septiembre de 2010

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios; pero tú,
que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.

Los dados eternos, César Vallejo