domingo, 18 de noviembre de 2012

Los pueblos se amodorran, pero el Destino
cuida que no se duerman, y así vimos surgir
al hijo inexorable y terrible de la naturaleza,
el viejo espíritu de la Inquietud.
Se agitó como el fuego que incuba la tierra,
sacudiendo a las antiguas ciudades
cual si fuesen árboles cargados de maduros frutos,
se agitó como el fuego que raja las montañas,
y devora encinas y peñascos.

Los pueblos se amodorran, Hölderlin